Después de más de 12 años trabajando como trabajadora social en un centro penitenciario masculino, he podido comprobar como el encarcelamiento altera la estructura familiar, pudiéndose deteriorar los vínculos entre los miembros de la familia. 

Cuando un progenitor ingresa en un centro penitenciario para cumplir condena, aparecen tres miembros claves que van a tener que afrontar la nueva situación: 

Por un lado, el progenitor encarcelado (en este caso me referiré al padre), se ve separado de su mujer y de sus hijos. Aumenta en ellos, un sentimiento de culpabilidad por no poder realizar sus funciones dentro de su hogar. En muchos casos, la economía familiar se ve afectada, ya que ésta suele disminuir con su entrada en prisión y sienten haber fracasado.

Por otro lado, se encuentra el otro progenitor (pareja o cónyugue de la persona privada de libertad), la cual empieza a adaptarse a su nuevo “doble rol”, ser madre y padre de los hijos e hijas, intentando suplir el vacío que deja el progenitor encarcelado. Debido a esta situación, la mujer comienza a asumir ella sola todas las responsabilidades nutricias y normativas del o los menores. Esto conlleva para ella una sobrecarga física y mental.

La desesperada situación que viven ambos progenitores, hace que el vínculo entre ellos y con los hijos se deteriore y es entonces cuando aparecen los más vulnerables y perjudicados: LOS MENORES.

 Sin duda es a ellos a quienes hay que prestar una mayor atención. Las consecuencias que estos menores pueden sufrir en diferentes áreas son las siguientes:

•Área Psicológica: separación, inseguridades y preocupación por el abandono, depresiones…

•Área Afectiva: baja autoestima, introversión, desconfianza con los progenitores, nuevos roles…

•Área social: escasa relación con el exterior para ocultar donde se encuentra su padre, agresividad, primeros contactos con drogas… 

•Área educativa: bajo rendimiento escolar, absentismo escolar, abandono de los estudios…  

Es por todo lo anteriormente expuesto y por, diariamente, compartir mi trabajo con estos padres, madres, hijos e hijas que sufren esas separaciones, esa culpabilidad, esa incertidumbre y esa esperanza por volver al domicilio familiar, por lo que decidí crear un espacio donde los padres que cumplen condena puedan exponer sus miedos y sus preocupaciones referentes a la familia.

Al mismo tiempo, nosotros como profesionales, podemos servirles de apoyo y de guía para que la unidad familiar se vea lo menos perjudicada posible y puedan restablecer esos vínculos que las rejas tanto deterioran.

En esta ESCUELA DE PADRES, se trabajará también la responsabilidad parental, para dar un empuje a los padres en la crianza de sus hijos, ya que en ocasiones por el hecho de estar presos llegan a desentenderse de las mismas por creer que no pueden hacer nada estando encarcelado. De este modo, podremos descargar, de alguna manera, a las madres que se sienten sobrepasadas por ese doble rol que les toca asumir y poder avanzar en la igualdad en la crianza y cuidados de los hijos.  

Así mismo se crearán espacios para que los menores pasen un mayor tiempo con los padres y que ese tiempo sea de calidad y acorde a la edad de los menores.

Para terminar, no debemos olvidarnos que todo lo referente a los menores se encuentra recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño, por lo que es de suma importancia cumplir con la normativa y poder ayudar a este colectivo para una completa inserción social y familiar.